Por: Montgomery Piedra Valencia
laclase2.0@gmail.com
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A través de todos los tiempos, el hombre a intentado, y hasta logrado, transmitir sus conocimientos de generación en generación. En primera instancia a esta acción se le podría llamar educación. Se comparten los saberes y se recuerda la historia, utilizando con el pasar del tiempo signos, símbolos y fonemas convertidos en palabras. Aparece la imprenta en el año 1440 aproximadamente y la memoria de los pueblos queda plasmada en los libros. Pero varios siglos después de este aporte a la humanidad, que bien pudiera ser calificado como el mejor instrumento inventado jamás para transmitir conocimiento, existen aún, analfabetas de aquellos que no saben leer ni escribir. Ni con lápiz y papel análogo, ni mucho menos digital.
Entonces podríamos preguntar: ¿no han sido suficientes más de 500 años para alfabetizar a la humanidad? ¿Si leer y escribir es lo básico que aporta la escuela, por qué no ha logrado llegar esta educación a todos? ¿Si la escuela no es la culpable del retraso académico del hombre, entonces de quién es la responsabilidad? ¿Tienen algo que ver el poder político y económico del mundo?
Menos mal que el hombre no se ha preocupado por hallar culpables, si no por encontrar soluciones. Es de esta manera que la humanidad sigue su avance por emanciparse de la ignorancia y se lanza a la conquista de su libertad con la primera guerra mundial. No contentos con la sabiduría adquirida en este proceso bélico, el hombre sigue buscando métodos educativos que le brinden no solo conocimiento, sino la capacidad de pensar y reflexionar, y es cuando vuelve y hace otro intento y se lanza a la segunda guerra mundial, bajo la premisa de acabar con un pueblo que no era digno de existir, porque no sabía “leer ni escribir”.
El mundo entero es tocado por esta empresa guerrera y asiste a la graduación en este proceso educativo de tan insignes estudiosos cuyo proyecto de grado es la nueva tecnología de la época, ¡la bomba atómica! El homo sapiens no detiene su evolución e insiste en que tiene que luchar por la educación y se inventa la radio, la prensa, el cine y la televisión, pero ninguno de estos elementos es suficiente para contribuir a educar los pueblos a pesar del cubrimiento que en cantidad y rapidez se podría lograr con la utilización de ellos. El ser humano incansable, solo piensa en trabajar, trabajar y trabajar y crea la internet. ¡Dios bendiga la internet! ¡Invento maravilloso! “Lo que no está en internet no existe”, dicen algunos.
El poder político, el poder económico y todo el que puede, se lanza a la tarea de popularizar este medio para que nadie se quede por fuera del abrigo protector de la nueva tecnología y sumarse así, a la lista de esos seres alfabetizados y educados que generan sentido con sus apreciaciones de la vida, a través de mensajes de texto o mensajes en el “muro”.
Ahora la educación se plantea desde y con, el uso de las nuevas tecnologías porque la mayoría de jóvenes contemporáneos, son visuales, creativos y audaces, y su sed de conocimiento está latente en sus mentes. Se plantean métodos sobre aprendizaje y desarrollo del mismo, pero estas metodologías a veces no encuentran eco. Se le atribuye el éxito o el fracaso a problemas culturales, políticos y económicos: “que estamos muy viejos para cambiar”, “si no entro a clase cuando me fijan un horario, mucho menos siendo el dueño de mi tiempo”, “no hay voluntad política para implantar ese modelo educativo, pues la educación se plantea desde el Estado” y, “sin dinero no hacemos nada”.
En este orden de ideas, yo sigo reconociendo la labor de los maestros. Son ellos los que a mi juicio con su buena voluntad y vocación, encontrarán siempre el mejor método para que sus estudiantes se eduquen, formen y apropien del conocimiento. Educandos que no se conformen solo con memorizar y repetir nombres y fechas, sino que estén motivados a pensar y reflexionar para convertirse en sujetos activos que aporten sueños y realidades a una sociedad con deseos de surgir y trascender en la historia. Una sociedad que no se deja vencer por el desánimo, el descontento, una sociedad que puede repensar las situaciones negativas de un país, para que surja, se adueñe, recuerde la historia, no cometa el error de repetir desaciertos y llegue a una participación activa en el desarrollo del ser humano pensado desde los intereses colectivos y que permite el bienestar integral del grupo que representa.
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