Por: Montgomery Piedra Valencia laclase2.0@gmail.com La Leche Condensada ha jugado un papel importante en la historia familiar nacional. Por esa razón me refiero a ella en mayúsculas. Es imposible olvidar ese tarro hermético. Se le hacían dos rotos con una puntilla, porque según la ciencia criolla del momento, mientras se chupaba por uno, por el otro entraba aire y así salía bastante lecherita. Tomarla sola, sacarle la masa al pan y rellenarlo de Leche Condensada, o tomarse un buen sorbo así le advirtieran a uno, “le doy pero no se pegue del tarro”, eran casi rituales en torno a la Leche Condensada. Éramos críticos y reflexivos frente a ese interrogante que resultaba del proceso de consumir Leche Condensada. ¿Cómo se sabía que ya el tarro no daba más Lecherita? Se hacían dos pruebas de rigor: primera: voltear la cabeza hacia arriba con el tarro en la boca esperando una última gotica de esa sustancia azucarda, y el cansancio en la nuca, era el indicador perfecto para determinar que