Por: Montgomery Piedra Valencia
laclase2.0@gmail.com
Estructuras. Todas se expanden hacia los cuatro puntos cardinales. Pero la Rosa de los vientos ya no es suficiente, las moles intervenidas por el hombre desafían la brújula y avanzan interviniendo el firmamento, todo va hacia arriba. Se reta la gravedad. Todo lo que sube ya no cae, se ha transgredido la ley.
laclase2.0@gmail.com
Estructuras. Todas se expanden hacia los cuatro puntos cardinales. Pero la Rosa de los vientos ya no es suficiente, las moles intervenidas por el hombre desafían la brújula y avanzan interviniendo el firmamento, todo va hacia arriba. Se reta la gravedad. Todo lo que sube ya no cae, se ha transgredido la ley.
Y a todas estas, ¿en dónde se encuentra el humano? ¿Encerrado en su creatividad? ¿Encerrado en sus extensiones? ¿En las de McLuhan? ¿Hay más extensiones? La situación es que sus creaciones lo deslumbran a sí mismo.
Los sistemas sin movimiento, son imponentes e inamovibles hasta que su hacedor determine lo contrario. Él está encerrado dentro de sus universos. No se le ve por ninguna parte. Pero algo se mueve, pasa rápido. El lente lo atrapa. Una prolongación lo detiene y lo obliga a retroceder. Hay poder de manipular, por lo menos a la imagen. Es una máquina con individuos adentro. El ser humano no se mueve, no camina, va sentado, también de pie, pero es astuto y aún en su discapacidad aparente, se desplaza.
Extendiendo la mirada con el lente. Con un objetivo incrustado en los ojos, la cámara mental encuentra a sus dobles. Se ubican en manada. Son sedentarios. Están rodeados por sus propias extensiones. Gigantes sin movimiento propio, como el Caballo de Troya, llenos de reprensentaciones de vida, pero inermes en su exterior. Es lo que registra la cámara cuando atravieza sus paredes.
Están encerrados por artefactos que ruedan y corren vestidos de colores. Son más pequeños, que los titanes estáticos, pero igual de imponentes. Dirigidos por otras mentes que obligan al no motorizado a huir, o a penetrarlos para camuflar su impotencia y desolación, y sentirse protegidos por la coraza del plaustro.
Un mundo lleno. Invadido. Todo es visible menos el hombre. El invade y no se ve. Su ingenio está presente. Sus representaciones y sus prolongaciones son satélites que giran a su alrededor (Jean Baudrillard). Pero, ¿quién es el invasor? ¿El hombre o la máquina? Talvés ninguno, talvés todos. Esta es la ciudad.
Los sistemas sin movimiento, son imponentes e inamovibles hasta que su hacedor determine lo contrario. Él está encerrado dentro de sus universos. No se le ve por ninguna parte. Pero algo se mueve, pasa rápido. El lente lo atrapa. Una prolongación lo detiene y lo obliga a retroceder. Hay poder de manipular, por lo menos a la imagen. Es una máquina con individuos adentro. El ser humano no se mueve, no camina, va sentado, también de pie, pero es astuto y aún en su discapacidad aparente, se desplaza.
Extendiendo la mirada con el lente. Con un objetivo incrustado en los ojos, la cámara mental encuentra a sus dobles. Se ubican en manada. Son sedentarios. Están rodeados por sus propias extensiones. Gigantes sin movimiento propio, como el Caballo de Troya, llenos de reprensentaciones de vida, pero inermes en su exterior. Es lo que registra la cámara cuando atravieza sus paredes.
Están encerrados por artefactos que ruedan y corren vestidos de colores. Son más pequeños, que los titanes estáticos, pero igual de imponentes. Dirigidos por otras mentes que obligan al no motorizado a huir, o a penetrarlos para camuflar su impotencia y desolación, y sentirse protegidos por la coraza del plaustro.
Un mundo lleno. Invadido. Todo es visible menos el hombre. El invade y no se ve. Su ingenio está presente. Sus representaciones y sus prolongaciones son satélites que giran a su alrededor (Jean Baudrillard). Pero, ¿quién es el invasor? ¿El hombre o la máquina? Talvés ninguno, talvés todos. Esta es la ciudad.
Comentarios