En nombre de la seguridad social, se interrumpe en la vida de los seres humanos. Cámaras por todas partes que parecieran ojos vigilantes de las acciones más mínimas, pero íntimas de la sociedad. Códigos de barras que que leen e identifican qué hay dentro de una caja y si se puede comer o no. Marcas que auguran una estandarización del ser humano, ejerciendo control sobre su vida en aras de una sociedad justa y equitativa para todos y que además se convierten en en el versículo profético de algunas sectas religiosas, augurando que son la ‘marca de la gran bestia’. Menos mal que los grandes hermanos enfocan sus lentes con poder, -¿el de los lentes o el de los hermanos?-, espectacularizando ese pequeño grupo que baila, gime y llora dentro de las cajas en otrora bobas, pero que ahora son interactivas y emboban. Sin embargo la comunidad no desea ser sumisa a ninguna muestra de poder. Ahora los colectivos se conocen a sí mismos y comparten sus conocimientos para evitar regímenes mediát