Vender morcilla, un trabajo digno.
¡Morcilla, Morcilla!
Me daba pena vender morcilla
Por: Montgomery Piedra Valencia
laclase2.0@gmail.com
¡Morcilla, morcilla!, era la voz que se escuchaba cuando Conrado García perifoneaba con su garganta por algunas calles de Pereira, comenzando con un negocio que hoy, después de 20 años, le ha permitido como el mismo dice, “levantar a seis hijos. Tres míos y tres de mi esposa”.
“En medio de la pena y ocultándome con la misma ollita comencé a vender morcilla”. Son las palabras de Conrado García cuando cuenta cómo fue que se inició en el negocio de la venta de rellena o morcilla.
Por sugerencia de su esposa, Conrado abandonó la construcción y se dedicó a vender morcilla al lado de ella. Entre los dos trabajaron duro. Han ayudado a sus hijos y Conrado mismo ha pegado los ladrillos de la casa en donde vive.
Conrado se avergonzaba de su nueva profesión al principio, principalmente cuando veía grupitos de muchachas. Le provocaba devolverse. Le contaba a la señora y ella lo regañaba. “Usted es que es bobo, esas son las que manejan la plata. ¡Ofrézcales!”, le decía su esposa.
Conrado: -No mami a mí me da pena.
Esposa: -Usted es como bobo. Hombre por Dios. Usted tiene esa cabeza llena de musgo.
Conrado: -y fui ensayando. Y verdad, la mujer hoy en día maneja el dinero. En estos días me dejó aterrado una niña de unos 13 años, en una camioneta 4 x 4. Me preguntó que vendía. Le dije que morcilla. Le di la prueba y me compró cuatro libras.
Durante 20 años este hombre que reside en Cartago, Valle del Cauca, ha “salido adelante” como él mismo lo expresa, con la venta de morcilla en Pereira. Padre de seis hijos y viudo hace tres años. Conrado solo se queda en casa los domingos, porque los otros seis días de la semana sale con su olla brillante e impecable, montada en un coche que tiene acondicionado para que la olla case perfectamente y pueda carretearla sin tener que cargar 25 o 30 libras de morcilla.
Con mucha curia pero a la vez con rapidez, Conrado acomoda cada pedazo de morcilla siguiendo la forma cilíndrica de la olla. Va repleta. También lleva dos cuajos (parte de la panza del cerdo). Además van unos cuantos plátanos maduros cocinados. ¡Ah!, y una “cagalera”.
Morcilla con sangre de cerdo o con leche de vaca
Todo comienza cuando de una de las neveras no frost sacan dos menudos, es decir los intestinos de dos cerdos. A pesar de que las tripas están blancas y hasta transparentes, Javier Antonio, uno de los hijos de don Conrado, se las lleva al lavadero especialmente acondicionado para esa labor, y las lava minuciosamente. No hay olor a marrano y mucho menos a excremento. Todo es muy limpio.
Desde las 7 a.m., el arroz ya está en la estufa. A las 9 a.m., doña Janeth, una empleada y conocida de la familia por más de 17 años, está picando grandes cantidades de cebolla y todos los condimentos que completan la fórmula para que salga una buena y deliciosa morcilla.
Es ya medio día y con un embudo se coge tripa por tripa para embutirle el guiso que además va mezclado con la sangre del cerdo. Aunque según García, hay evangélicos que lo contratan para preparar rellena, que en lugar de sangre, le echan leche de vaca. Esto es por las creencias religiosas, afirman Conrado y Eliana su hija, que hace poco llegó de España, y que también en algunas ocasiones preparó y les vendió morcilla en ese país, a españoles y colombianos.
Vender morcilla es un don
Conrado: una vez mandé a mí hija a vender rellena.
Al rato el teléfono suena y es ella: -papá le cuento.
Conrado: -¿ya acabaste la morcilla?, pregunté.
Y me contesta la niña: -no. Estoy en San Andresito, la tengo toda. Papá venga pa’ que me ayude a vender la morcilla.
Conrado: -ese día vendí dos olladas. La ollada de ella, y la ollada mía. Dice entre risas.
Eliana se ríe también, pero responde: -yo no sé. Como decía mi mamá, eso es un don. Como dice mi papá, todo mundo hace rellena, el problema es para que la vendan. Yo lavo el menudo, yo pico, yo la fabrico, pero ya para venderla, no tengo ese don. Salgo con una olla y regreso a la casa con dos. Ja, ja, ja.
Rellena vs. Morcilla
Es el medio día y Eliana sirve platos con rellena frita, plátano maduro frito y arroz. Estoy invitado a almorzar. -¿Ustedes siempre comen rellena? Pregunto. Responde Conrado: -nosotros somos morcilleros, nos fascina, la rellena. Mire esta niña (señalando a Eliana), toda la vida ha comido morcilla, desde chiquita. Y vea lo linda y alentada que es.
Durante el almuerzo se habla de rellena y morcilla. En el Valle le dicen rellena. Y es guisada con cebolla, tomate y azafrán. Pero en Pereira le dicen morcilla y no se puede guisar porque le toca al morcillero comérsela. En Pereira se come natural. Como sale de la olla al cocinarse, así se sirve. No les gusta el guiso. Los pereiranos suelen decir cuando les ofrecen morcilla guisada, qué si es que está muy maluca, y por eso le echan ese guiso.
Una porción de mil pesos, es un pedazo de morcilla, más un pedazo de plátano y una arepita. “Una libra cuesta cinco mil pesos, pero la echo aumentadita”. Asegura Conrado. -Yo no cargo pesa. Sigue contando. -Yo la vendo al cálculo.
-Hay clientes que me dicen: -no se vaya que la voy a pesar. Si no hay la libra no se la pago. Y yo les digo: -y si la hay, me la paga doble. Pero siempre me dicen. ¡Váyase, váyase!
La morcilla. Negocio de familia
“Después de que usted comience a vender morcilla, nunca va a dejar de hacerlo”. Era una frase de su esposa. Recuerda Conrado.
“La constancia vence lo que la dicha jamás alcanza. Yo llegaba de Pereira con 3 mil o 4 mil pesitos, y la olla llena. No vendía nada”. Dice Conrado.
Ahora de la venta de morcilla, no solo depende Conrado. Los hijos han crecido y la familia va aumentando. Conrado tiene nietos. Algunos de sus hijos también aprendieron el oficio de sus padres. Entre ellos están Javier Antonio Ríos, que es el mayor de los seis hijos. “Lo crié naturalmente y él me quiere como tales. Como papá me quiere y yo lo quiero como hijo”. Dice con afecto Conrado.
Luz Mary López, Deisy Ríos y Wilder García, son otros hijos de Conrado que también venden morcilla en Pereira y viven en Cartago. Todos los días al igual que su padre, viajan hasta Pereira. Todos tienen su ruta y su propia clientela. Se encuentran de vez en cuando en la buseta, cuando van para Pereira, o cuando regresan a casa, después de terminar con el último pedazo de morcilla.
“Mi señora está antojada de comer señorita”
El cuajo es otra presa que se vende y nadie se queja por el precio. El cuajo es muy apetecido. Otra parte del menudo, es el obispo. El obispo es una morcilla gruesa. Es ciega, solo tiene una entrada. Pero por ser tan grande solo se hace por encargo, porque lleva mucha más preparación.
Conrado:- hay otra presa que le dicen la señorita. O sea la cagalera. Me dice un “dotor” una vez: -vé, mi señora está antojada de comer señorita. ¿La llevás?
Conrado: -“dotor” como así. ¿Qué es eso?
Doctor: -no me diga que usted siendo morcillero no sabe qué es señorita.
Conrado: -después de ahí, aprendí que cuando la gente me dice: ¿lleva cagalera? yo digo: -no. Llevo señorita.
Clientela sin anemia
Cuando Conrado habla de su clientela, se refiere a ellos con aprecio y agradecimiento, porque reconoce que sin los comisionistas de carros, de motos, dueños de almacenes de repuestos, dueños de concesionarios, mecánicos, doctores, y en fin, todas las clases sociales presentes en su ruta de trabajo, sería imposible tener el negocio que tiene.
Hay clientes que le compran rellena desde que él comenzó con el negocio. No se cansan de comer morcilla. Porque afirma que la morcilla además de ser sabrosa, es de mucho alimento, y se la recetan a los que sufren de anemia.
Uno de los conceptos de mercadeo de Conrado es: “hay que conocerle el nombre a la gente. Yo me sé el nombre de la mayoría de mis clientes, que son más de 50. Al cliente le gusta que uno lo llame por el nombre. Eso es muy bonito decirle el nombre a la gente”. Asegura Conrado.
Conrado porta sus tarjetas de presentación en donde ofrece “la mejor morcilla cartagüeña”. “La más apetecida del Eje Cafetero”. Con ubicación en un teléfono fijo y dos números celulares. Lleva morcilla a donde se la encarguen. A la ciudad y a las fincas. Para cualquier evento.
No se puede pensar que con solo morcilla, es que Conrado y su esposa han conseguido lo que han logrado emocional y materialmente. Hay que hacer esfuerzos y vivir organizadamente. Conrado tomaba mucho licor. Pero un día prometió a su esposa y a él mismo que no volvería a tomar, y lo cumplió.
Conrado ahora lleva 13 años sin tomarse un trago de licor y sin fumarse un cigarrillo. Ya el dinero no se le escapa en las cantinas. Este estilo de vida y su “clientela selecta” como dice él, es lo que le permite vivir holgadamente.
Conrado le aconseja a la gente que trabajen de cuenta de ellos. “Qué es lo más bonito que puede haber”. No le niega la fórmula a nadie. “Yo no soy egoísta”. Algunos ensayan pero no son capaces de vender. Conrado vuelve a darles la fórmula, pero se cansan y renuncian al negocio.
No es fácil tomar la decisión de salir a vender morcilla. Como dice Eliana: “cualquiera hace morcilla, pero no todos la venden”.
Vender morcilla es un trabajo digno. Y como dice Conrado: “la morcillita me permite mantenerme limpio, y muy bien relacionado”.
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